Wednesday, April 18, 2007

Marruecos 1 - Túnez 0

Algunos ya sabéis de mi inicio de primavera magrehbí: dos semanas de trabajo en Túnez, y una de trekking en Marruecos.

Del trabajo, destacar los nuevos contactos, que garantizan compañía para salir en esa ciudad tan pegajosa: un dublinés casado con una sudamericana, un mauriciano ex-casado con una española (estos dos hablan los mismos idiomas que yo, cambiando el portugués por algún otro; gente muy interesante), un tunecino nacido en París (¡bastante guapete!), y lo mejor de lo mejor: Hamira, la señora que arreglaba la habitación, y que lo llenaba todo con su sonrisa. Me ha prometido que la próxima vez que vaya a Túnez, nos iremos de excursión a la playa en Hamamet con su hija, que estudia español.

En este punto tengo que hacer una confesión: me guardo las muestras de colonia que regalan en las perfumerias para ponerlas debajo de las almohadas de los hoteles de países pobres. Me parece más bonito que dejar la típica moneda. Y, para quien no lo sepa, es el código para agradecer un buen trabajo a quienes nos arreglan la habitación.

Después de una breve pausa para asistir a la boda de Montse, una excompañera de trabajo (ya haré un post con los detalles... pronto!), me fui a hacer caminatas a Marruecos. Iba con un grupo organizado desde Barcelona, todo chicas, menos el novio de una y Bert, el guía.


El paisaje era alucinante, muy árido a media altura, y verde y frondoso en el fondo del valle. Normalmente todo era del color rojo de la tierra, y lo que parecían ser piedras en el camino podían ser... ágatas, yeso, cuarzo, geodas, y minerales que no sé identificar, además de auténticos fósiles marinos!!!! A más de 1000 metros sobre el nivel del mar, ¿quién lo iba a decir, eh?


Nos acompañaban cuatro muleros con sus correspondientes mulas. Yo me apunté el último día a subir en mula, porque nunca he cabalgado, y me hacía ilusión. Vaaaaaaale, también me dolía un pelín la rodilla de los casi 30 km que caminamos el día anterior, en que nos perdimos un poco... Con los muleros no se podía hablar otra cosa que el lenguaje de los signos, pero con Omar, que era nuestro guía local y se parece mogollón a Sammy Davis Jr, podíamos hablar en francés. Como buen comerciante, sabía un poquito de lo que cada turista le había enseñado en su tienda de minerales, incluyendo cosas tan alucinantes como polaco o japonés. El último día, a petición mía, por supuesto, me dio una clase magistral de tacos en árabe.

Las últimas dos noches las pasamos en Marrakech. Para las chicas consumistas, es la ciudad ideal. El zoco es descomunal. Y tiene la plaza más grande de toda África. Y allí hay actividad a todas horas: cuentacuentos, encantadores de serpientes, músicos, cartomantes, atracciones de feria... mucho que ver, oler, y degustar.

Y ahora... ¿a dónde iré?




1 comment:

Anonymous said...

Me parece encantador lo de las muestras de colonias debajo de la almohada.

Y, jo, qué ganas de viajar a Marruecos con las fotos y las cosas que cuentas... Mu bonito todo.

Besos
Helena